La reina Victoria, en la
segunda mitad del siglo XIX, se establecía en la Isla de Wight durante los
meses de verano. Allí, en la placentera residencia de Osborne House, la Familia
Real británica se entregaba a una saludable novedad: los baños de mar. Aunque
parte de la isla estaba reservada para uso de la Monarca, a Victoria le
preocupaba aparecer frente a sus súbditos con sus vestidos de baño. El Príncipe
Alberto, su marido, ideó para ella una bathing machine, una especie de vagón
que descendía hasta el nivel del agua por unos raíles. Con inodoro incluido y
una escalera trasera, la Reina cambiaba de indumentaria y saltaba al mar cual
sirena misteriosa y al abrigo de miradas indiscretas.
Desde entonces, las clases
altas del Reino Unido y –sucesivamente– de otros países comenzaron a alabar las
propiedades de esos baños. Sin embargo, el gran dilema era cómo disfrutar de
ellos sin faltar al pudor exigido por la pacata sociedad de la época. Con el
cambio de siglo, el primigenio vestido de baño, que era una mera simplificación
del atuendo habitual de calle, se fue reduciendo poco a poco.
En realidad, el bañador nació
cuando se abandonó la cuestión de «remojarse» en el mar y se pasó a la acción:
nadar. Este hábito creó la necesidad de idear nuevas prendas que permitieran
tal actividad. Atrás quedaron, pues, las medias, faldas y zapatos para
sumergirse. Entre 1912 y 1915 se evolucionó hacia prendas más ligeras, el punto
de algodón y los pantalones tipo «pucho» (corto y abombado) bajo las faldas.
Precisamente del nacimiento de
esta moda tal y como la conocemos ahora trata la exposición «Estilo Riviera»,
que, desde el 22 de mayo y hasta el 29 de agosto, se puede visitar en el Museo
de la Moda y el Textil de Londres.
Las pioneras
Durante los años 20, las
flappers como Coco Chanel (mujeres liberadas que fumaban, bebían y salían por
la noche) empezaron a crear prendas básicas para sus escapadas a la Costa Azul.
Recortaron el largo de los pantaloncitos de punto, creando conjuntos de
pantalón corto y camiseta para acudir a la playa.
En los 30, aparece la primera
silueta similar a los trajes de baño actuales. De pronto, se había puesto de
moda el bronceado: el tono de piel moreno ya no indicaba un origen campesino,
sino la capacidad económica de pasar varias semanas junto al mar en los nuevos
resorts. Se recortaron aún más los pantalones hasta casi la ingle y aumentaron
los escotes. La clave de esta evolución fue la llegada de los primeros y muy
rudimentarios tejidos elásticos, que permitían a las prendas ceñirse al cuerpo.
Las imágenes de Joan Crawford en la playa, en 1933, son un reflejo evidente del
nacimiento de la nueva silueta.
Las estrellas de cine de
antaño, igual que las de hoy en día, marcaban tendencias y se atrevían con
novedades. En 1946, una rutilante Rita Hayworth posaba para la prensa con un
nuevo invento: un dos piezas con la parte baja de corte faja. Sus imágenes
revolucionaron el sector. Era el comienzo del biquini, si bien el problema era
que la rigidez de los materiales supuestamente elásticos obligaba a crear
formas complicadas.
Marilyn Monroe, ya en los años
50, no dudo en posar con conjuntos de dos piezas que acentuaban su silueta de
«reloj de arena», la favorita de la década. Los materiales seguían siendo
rígidos y no se adaptaban a las curvas; además, tardaban en secarse. La mayor
parte de las mujeres se decantaba aún por trajes de baño de una sola pieza, de
corte tipo corsé, con sujeción y control, una estructura y un forro interiores
para perfilar la silueta.
Las liberadas
Pero con los años 60 llegó la
libertad. Las jóvenes, habitualmente más delgadas que sus madres, se atrevieron
a dejar de lado el control de las prendas corseteras de los años 50. Los
tejidos elásticos más ligeros y la revolución de la minifalda llevaron a un uso
masivo del biquini. Las imágenes de las suecas en la Costa del Sol y el Levante
español, o de Jane Birkin en la Riviera francesa, son fiel reflejo de la
realidad del momento.
Rita Hayworth en 1946
El original, aunque no siempre
favorecedor triquini, irrumpe en los 70. Se combinan nuevos materiales (de
secado más rápido), colores y dibujos variados. La moda playera toma una
importancia crucial y cada mujer se ocupa de adquirir un buen repertorio de
trajes de baño por temporada. Se crean bolsas de playa, zapatillas especificas,
sombreros, cremas y toallas ad hoc.
Estilo Riviera, en los años 60
El punto de algodón y la lana
tejida dieron paso a una omnipresente lycra en los años 80. Ya nada sería
igual.
Hoy, todas las formas son
posibles. Aunque la moda, cíclica, vuelve a repetir tendencias pasadas: esta
temporada, algunos diseños de los años 50 vuelven a aflorar en los escaparates.
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